V Vuelta a la Casa de Campo. Una Odisea, un suplicio... buen resultado.
Casi sin querer, y a falta de sólo diez minutos de cerrar las inscripciones, decidí apuntarme a esta carrera. Sería el
domingo doce de mayo, y visto que el día anterior no había podido estar en el que
hubiera sido mi primer triatlón olímpico, y tampoco en una carrera de montaña en
Guadarrama por quedarme sin dorsal, mi siempre ansioso cuerpo de ponerse un
dorsal optó por esta prueba.
La Casa de Campo de Madrid es una de las
zonas preferidas para la gente de la capital a la hora de ponerse a correr, y
esta carrera constaba de una vuelta circular a toda la casa de campo por la denominada "tapia", algo muy conocido en este lugar. Bueno, pues decir que yo nunca he corrido allí.
El recorrido era completamente nuevo para mí, no conocía absolutamente nada y
me presenté el día D con tan sólo un perfil grabado en mi cabeza que parecía
ser muy rompe piernas como poco.
Con todo ello marché con mi familia
hacia la Casa de Campo dejando el coche aparcado en la estación de metro que
lleva el mismo nombre y aquí cogimos el tren hasta Lago. Sólo eran dos paradas pero
con esto nos ahorraríamos trastornos de aparcamiento en la zona de salida y
meta ya que seríamos alrededor de 1.400 participantes. Esta vez llego bastante
justo de tiempo. La verdad que, a diferencia de otras pruebas, los nervios
brillan por su ausencia. Estoy como pez en el agua. Recojo el dorsal, el 1172,
me quito el chándal para quedarme con la ropa de correr que ya traía puesta
debajo, y dejamos la mochila en el guardarropa. Cuando termino tan sólo faltan
quince minutos para empezar y la gente ya se agolpa en la zona de salida cogiendo
posiciones. Veo que no me dará mucho tiempo a calentar y tan sólo corro 5
minutos. A falta de 7 minutos me meto en el bullicio. Decido ponerme en las
primeras filas, y es que decididamente prefiero que me adelanten que adelantar yo.
Con todo se da la salida, me he puesto por la parte izquierda para que Janet
haga fotos, vídeos o lo que quiera. Paso a su lado y el de Valle y recibo los
primeros ánimos. El ritmo que llevo es bueno, me encuentro a gusto y las
sensaciones son muy buenas. Van a ser 16 kilómetros y medio y, como siempre, y
quizás siendo demasiado previsor, decido controlar desde ya, además las cuestas
están por venir.
Ultima parte del recorrido. |
Toda la primera parte, un kilómetro y
medio, o dos, son por asfalto en ligerísimo descenso hasta que en un momento
dado se gira a la izquierda y de sopetón te metes en caminos. Rápidamente se
llega al primer repecho que llega a la valla de la vía del tren que se queda a la izquierda. Este repecho no
es muy duro y enseguida viene el descenso, pero a partir de aquí un continuo
rompe piernas no cesa hasta bien avanzada la prueba. De hecho, algunos repechos
son de aupa y te dejan fino filipino. No indican los kilómetros y el primer
punto que veo es el 9. Pues más o menos a esta altura y en una bajada bastante
pronunciada la tripa me da aviso de que algo no va bien del todo. Se me pasa y
doy gracias porque la experiencia con estos casos, por desgracia, ya la tengo, y
no es nada buena. Yo sigo con lo mío, subo cuestas, subo cuestones, bajo un
poco, subo otro poco, atravieso pequeños puentes, etc. La zona es casi toda en
sombra, cosa que se agradece ya que el día presumía ser de calor y aunque es
pronto aún, la salida ha sido a las 9:30, el señor Lorenzo ya empezaba a
apretar. Además, la zona es muy bonita en general, llena de frondosos bosques que
me hacen pensar algo común en quién conoce esta zona: ¿Cómo es posible que
estemos pegados a la capital?
Pasan los kilómetros y de vez en cuando
la tripa me avisa. Y cada vez la cosa va a peor. El ritmo que llevo es bueno
para mí, me estoy encontrando bastante bien y no quisiera que el malestar me
dejara bajo mínimos. Allá por el kilómetro trece empiezo a estar mucho peor y creo
que voy a tener que pararme en cualquier matorral a dejar constancia de mi paso
por allí sin más remedio. Es algo casi incontrolable y la incomodidad es
absoluta, pero borrico de mí sigo y sigo, no quiero parar, y como siempre, quiero
quedar lo mejor posible y con el menor tiempo también. Ahora llega la parte más dura, y antes de ésta he tenido que bajar irremediablemente el ritmo, y
es que es difícil correr rápido mientras aprietas el culo. Es donde peor estoy y casi lo subo andando. Corro, pero no como quiero, menuda rampa, abrumadora, aunque yo miro más tiempo a un
arbusto donde esconderme a evacuar que a la cuesta en sí. Pero sigo, madre mía
que dolor. Me lo hago encima seguro. Cuando ha finalizado la rampa empieza un
terreno más favorable y el malestar es igual. En un momento me giro en
dirección a una zona frondosa, pero en un segundo, y sin saber por qué, decido continuar. Quedan dos
kilómetros, lo puedo conseguir. Entramos en asfalto y sudo más por mi problemón
interno que por el palizón en las piernas. Tocamos asfalto y ya no hay remedio. El bullicio de la Casa de Campo se observa en toda su extensión. Ciclistas, corredores,
algo de público, paseantes, así es que ahora, una de dos, o me cago encima o me
bajo los pantalones y me ve giñar hasta el tato. Encima estoy yo para esconderme
mucho con el traje de mi club que es poco llamativo en colores. Sigo y sigo, aún así
no sé cómo puedo mantener un ritmo digno. Hay un momento de mínima paz en mi
tripita y veo un cartel que indica el kilómetro 15. Ahí lo doy todo. Es llano
hasta meta y cojo un ritmo altísimo, ya me da igual y sólo veo un WC como recompensa
final, lo tengo localizado y esa es mi verdadera meta. Los vi antes de la
salida donde había una buena fila de corredores para entrar. Espero que cuando
llegue estén bien solitos. Adelanto a algún corredor que me adelantó en el peor
momento gástrico y me quedo sólo la última parte. Me noto muy bien de
sensaciones y sobre todo en una distancia mayor a lo que entreno habitualmente.
Quinientos metros y ya oigo la megafonía, por fin la meta está cerca. Veo a Janet y Valle
antes de entrar y pienso en que no saben lo sacrificadito que está siendo el
día de hoy para mí. Cuando enfilo la recta de meta miro el tiempo y marca 1
hora 10 minutos y me alegro soberanamente. He bajado mucho respecto a los
tiempos que me marqué. Pero mi carrera sigue. Los corredores una vez cruzan la
línea de meta giran a la izquierda donde dan los obsequios y avituallamiento.
Yo ni me acuerdo de esto y sigo recto, sigo corriendo, no puedo hacer otra cosa. Salto una valla sin parar de correr, no aguanto mucho más, y entro por fin a los baños. ¡Mierda! No
hay papel en ninguno de los cinco aseos móviles, se lo han liquidado los
nervios de los corredores antes de la salida. Miro para atrás y veo a Janet.
La grito y no me escucha, no puede ser. Me meto en las vallas para ir en su
busca ya que ella esperaba encontrarme por donde salen todos los corredores. Al
final me plantifican una bolsa y me la llenan de comida, agua y panfletos de
más pruebas. Yo estoy que me muero y mi mujer grabándome como recojo todo con
el careto descompuesto. Por fin llego a ella y la digo, -corre, corre-. -¿Qué
pasa? -Dame papel que me llevo
cagando desde el kilómetro 13-. La entró la risa y me dio los ansiados clines, y
otra vez sprint hasta los aseos. ¡¡¡Ahora SÍ!!! Acabó la carrera.
Dieta blanda y a seguir se ha dicho. El
tiempo final empleado fue de 1:10:55 quedando en el puesto 61 de 1309
participantes. Evidentemente podía haber mejorado esta marca algo sin los
problemas gástricos, pero poco más. A pesar del dolor de tripa mantuve el ritmo
casi toda la carrera salvo algún momento preciso que tuve que aflojar mucho. Un
orgullo para mí acabar en semejante posición, no imaginaría hace cosa de dos
años, cuando empecé a correr, que podía llegar a estar a este nivel. Y no es que
sea Abel Antón o Chema Martínez, pero con tantos problemas y el poco tiempo
corriendo que llevo, me hacen sentir muy feliz cada vez que cruzo una línea de
meta.