lunes, 23 de septiembre de 2013

Triatlón Bola del Mundo 2013


     



Por fin me desvirgué en distancia olímpica, y de qué manera. Rondaba finales de 2012 y una noticia a través de internet encendía una bombillita de ilusión en mi cabeza. Mi intención de realizar al año siguiente algún triatlón olímpico tomaba forma y fecha. La noticia decía algo así como: “ El final de la etapa reina de la Vuelta a España en la Bola del Mundo acogerá un triatlón”. El recorrido, el entorno, la cercanía a casa y todo ello en mi sierra de Guadarrama, auguraba sin duda un triatlón especial. Sin más, y aún con miedo a las distancias, especialmente la de natación, me apunté sin demora. Sería en mayo, así que tendría tiempo de entrenar y darle caña al agua principalmente. Finalmente el clima tan adverso que sufrimos en toda la península, el cual se alargó de manera casi crítica al ya de por sí largo invierno de Madrid, hizo que la organización suspendiera irremediablemente la prueba aplazándola al mes de septiembre.

 

      Finalmente el largísimo invierno pasó, como pasó la primavera y casi, casi el verano para así llegar a la fecha esperada, el 15 de septiembre. Durante este año, y hasta la fecha en cuestión, me he curtido en algunas batallas donde se aprende por narices, y cómo no, vas cogiendo experiencia en este mundo del que nunca se sabe todo. Triatlón de Fuente Alamo, Triatlón de San Rafael en Segovia, ambos en distancia sprint, Triatlón Wilf Wolf Madrid en distancia short y sin drafting, así como duatlones de carretera como el Campeonato de Madrid de Duatlón, algún duatlon cross y también alguna carrera popular. Sin duda, la fecha tardía también ha valido para llegar más curtido a la cima Coppi de mi historial triatlético.

 

      El recorrido no podía ser mejor ni más duro. La natación se realizaría en el embalse de Navacerrada con la peculiaridad de que nosotros inauguraríamos este bonito embalse en cuanto a la disputa de una prueba deportiva en sus aguas. El ciclismo constaría de casi 40 kilómetros realizando un circuito de dos vueltas de unos 20 kilómetros por los pueblos de Cerceda, Mataelpino y Navacerrada enlazando en la última vuelta con la subida al criminal puerto. Y la carrera a pie de 10 kilómetros se desarrollaría por la famosa cresta de esta bonita sierra, la llamada Cuerda Larga, coronando los picos de Guarramillas, Valdemartín y Cabezas de Hierro Menor para finalizar a los pies de la Bola del Mundo.
 

 
      El sábado, día previo a la carrera, mi familia y yo subimos hasta la T2 a dejar preparado todo lo necesario para el paso por esa transición al día siguiente. Para ello utilizamos el telesilla en el que mi peque disfrutó de lo lindo. Desde este medio de transporte montañero se veía todo lo que al día siguiente nos íbamos a encontrar, y por qué no decirlo, los nervios empezaban a aparecer, iba a ser un recorrido monumental. Al llegar a la T2 todo estaba montado ya, me entregaron la bolsa de corredor, dejé todo preparado e hicimos unas fotos. Mis dos compañeros de club, Jose Luis y Sergio Flor, finalmente no estarían en la línea de salida al darse de baja cuando la prueba fue suspendida allá por el mes de mayo. Así que al estar allí, en vivo y en directo, ver esas grandes montañas con el pico de Cabezas de Hierro hasta donde deberíamos correr, la subida cementada a la Bola y demás cositas de este súper triatlón no hacían más que causar temor. A mi familia no le salían otras palabras: ¡estáis locos!

 

Esta vez toca madrugar, a las 5:30 estoy en pie, tomo un desayuno ligero y emprendo el camino hacia Navacerrada. No llega a una hora de viaje y el escaso tráfico ayuda en ello. Por el camino veo estrellas, muchas estrellas, y me alegro soberanamente. La predicción a principios de semana era de lluvias, al final cambió y el domingo parecía que iba a hacer muy bueno. Llego a Navacerrada, aún es de noche. Son las 7 y poco de la mañana, la salida es a las 8, y cerca del pantano ya hay mucha gente. Tranquilamente voy preparando las cosas, cojo la bici y me uno al deambular de mis compañeros de aventuras atléticas en dirección a la T1. Se sienten los nerviecillos. De repente alguien me llama por mi nombre y me encuentro a Alex, compañero de trabajo, y de deporte, claro. Juntos nos vamos hacia la T1 y éste parece ser el único que no está nervioso, será la experiencia, digo yo, o que coño, el singular tipejo con sus, quizá demasiadas gracias, lo disimula muy bien. Poco a poco va amaneciendo y la hora se va acercando. Voy preparando las cosas aunque con muchas dudas de que ponerme cuando salga del agua y coja la bici. El día es bueno, pero ya no es julio ni agosto y refresca bastante. Ya se verá. Una vez puesto el neopreno el cual es opcional dada la temperatura del agua, unos 20 grados, nos vamos acercando a la orilla. El embalse está precioso con el amanecer y sus tranquilas aguas hacen de él una increíble e inmensa piscina natural rodeada de bellas cumbres que más tarde, ojalá, podrán sentir mis pies al correr. Somos doscientos y pico triatletas, la mayoría a realizar la distancia olímpica, y unos pocos otra más corta. Nosotros saldremos primero. Serán dos vueltas de 750 metros. Es la primera vez que nado esta distancia en competición pero ahora ya no tengo miedo. Mucho tiempo atrás quedaron esos comienzos donde un largo de 25 metros me dejaba jadeando. He entrenado mucho y el miedo se ha ido, ahora sólo hay respeto.

 

      Desde el agua se da la salida. Dos grandes boyas en medio del lago marcan los giros a realizar. Me coloco a la izquierda, no quiero ser golpeado en exceso y desde el principio recibo pocos golpes y agobio. Me encuentro bien y voy a lo mío. Primera boya muy abierto, cero agobios y golpes, segunda boya igual. Aparte de querer ir por fuera yo solito me voy para la izquierda una barbaridad, cada vez que saco la cabeza tengo que enderezar el rumbo. A mi izquierda no va nadie nunca, a mi derecha todo dios. Primera vuelta, salimos del agua, se corren unos 25 metros para lanzarnos de nuevo. A mitad de la segunda vuelta empiezo a notar un pequeño amago de tirón en la pierna pero no va a más y consigo salir muy bien. Contento mientras corro por la moqueta a por mi bici me voy quitando el neopreno mientras pienso que tengo hecha una parte de esta aventura. El tiempo que realicé fue de veinticinco minutos y algo. Ni loco creí poder hacer ese tiempo nunca. Sin prisas pero sin pausa me quito la parte de abajo del neopreno y opto por no ponerme ni maillot ni manguitos, así que me pongo el casco, las zapatillas y cojo la bici. Al irme me dejo las gafas, ¡qué marrón!. Las busco en la mochila rápidamente y me voy corriendo unos 200 metros hasta la línea de los jueces donde me subo a la bici y comienzo mi segundo segmento.

 

      Nada mas empezar es cuesta arriba, muy cuesta arriba y por pavés. La bici bota en exceso y deseo pisar asfalto rápidamente. En cuanto llego a él empieza una bajada y enseguida enlazamos con el circuito al que daremos dos vueltas. Cogemos mucha velocidad, nos hemos juntado unos cuantos y nos damos relevos. Giramos dirección Mataelpino y comienza una buena subida. Aquí se observa claramente que cada uno coge su ritmo y la mayoría opta por no quemarse a rueda de nadie que no sea de su nivel. Queda mucho para reventar tan pronto al cuerpo. Me hago reservón y no fuerzo mucho en ningún momento aunque tampoco voy de paseo.  Me junto con un chico con el que hago todo el triatlón. Llevamos más o menos el mismo nivel y nos entendemos perfectamente. Segunda vuelta y la cabeza ya sólo piensa en el puerto, bueno y también en la carrera a pie. Desde la segunda vuelta y hasta el final vamos pasando gente de la prueba corta, los cuales han nadado la mitad que nosotros y al circuito de ciclismo sólo le han dado una vuelta, también pasamos a alguno de la prueba larga. Empieza Navacerrada y el ritmo que llevo es muy bueno. Las piernas me van bien y me noto fuerte, aún así no fuerzo más de lo que me exige la subida donde en ocasiones, como en la zona del Ventorrillo, no quedan más huevos que forzar un poquito las patas, y es que mi cabeza sabe bien lo que aún queda, los temibles tres kilómetros y medio finales de bici y el trail de diez. Otro dato singular en el puerto es el corte de tráfico. Aunque extraño, la organización ha logrado para esta prueba restringir el tráfico a motor en toda la carrera lo que hace a mi conocida subida a Navacerrada una preciosa ascensión en plena armonía ciclista-naturaleza. Sigo subiendo y cogiendo gente junto a Javi, mi compi de viaje. Cuando la pendiente lo permite compartimos alguna pequeña conversación, se le ve buen tío, a veces me pasa el relevo y yo lo hago igualmente. En la Fuente de Los Geólogos está el primer avituallamiento pero no cojo nada. No he bebido mucho y aún tengo líquido en el bidón, suficiente para acabar. Aquí empieza a hacer algo de frío y es que se empieza a notar la altitud. Pero se acerca el final del puerto de Navacerrada en sí, situado a 1.860 metros de altitud. Un llaneo de sólo unos 25 metros y empieza el calvario, se acabó cualquier frío en el cuerpo. Nos deseamos suerte Javi y yo y  metemos todo el desarrollo que llevamos. Hasta aquí, hasta Navacerrada puerto, he subido en varias ocasiones, pero hasta la Bola nunca, por lo menos en bicicleta. Se de lo extremo que es, no hay más que ver los porcentajes en su altimetría, y a pesar de haber intentado ir en alguna ocasión a verlo antes de la carrera finalmente nunca subí estos últimos y salvajes tres kilómetros y medio.

      He subido hasta el puerto muy bien, creo que nunca lo he subido igual y estoy animado a hacerlo bien en lo más duro. Un giro a la derecha, enseguida dejamos el puesto de la Cruz Roja a nuestro lado y una S con asfalto cementado y peligrosa tierra suelta nos da la bienvenida en forma de rampa al 18% de desnivel. Desde este momento me doy cuenta de que al porcentaje imposible hay que sumarle el estado de esta pista de cemento que no hace más que endurecer la subida durante todo el recorrido final. Nos retorcemos desde el primer momento mientras en lo alto se divisa donde deberemos llegar. Son 400 metros de desnivel en 3 km y medio con rampas continuas durísimas llegando a algunas al 21%. Nunca pensé que una rampa del 10% sería un alivio, pues así era, en ellas se descansaba, y había pocas. Llega un momento donde no sabes lo que estás haciendo, subes por inercia y pienso en algún momento que esto no es ciclismo, esto no se me asemeja a pedalear. No me parece que lo haga, sólo ejerzo una fuerza brutal en mis piernas para que no se pare del todo mi bici, casi sin pensar en que lo que hago es dar pedales. La vegetación es inexistente aquí, el entorno precioso, y el marco ciclista sublime. Los metros van pasando lentamente, todavía se ve muy alto el Bar La Bola donde el día anterior estuve con Janet y Valle preparando mi paso por allí. Sé que ahora viene otra zona durísima, más si cabe. En un giro a izquierdas la carretera se convierte en pared. Asusta encontrártelo de frente y pienso que no seré capaz de subirlo pero tiro para arriba apretando los dientes. El público empieza a aparecer y sus ánimos son un aliciente único en este momento. La sucesión de curvas de herradura es abrumador en porcentajes. Pasamos al lado del público que nos ánima, los cuales andando lentamente pueden ir a nuestro lado sin problemas. El final va llegando, sé que lo conseguiré. Última curva a la izquierda y en falso llano de 50 metros llegamos a la T2. Una subida indescriptible, preciosa, dura, emocionante. Subiendo pensé que eso no era ciclismo, cuando llegué arriba me consideré ciclista.

 

      Cuando entro en la T2 veo que acaba de salir Alex. Me había sacado tres minutos en la natación y en el ciclismo le había recortado yo a él. Aquí al igual que en la T1 no cojo ropa de abrigo y salgo con el tritraje a correr como hacen la mayoría. Me pongo mis zapas de trail, la visera, dorsal adelante y a correr. Seguimos juntos Javi y yo también en la carrera. Cojo unos geles en el avituallamiento y me tomo uno. En la bici no tomé ninguno, sólo bebida isotónica y juntos corremos por la montaña. El trail empieza en subida pero aquí se puede correr sin problemas. Las piernas me van muy bien aún, muy al contrario de lo que pensé y del miedo que tenía a correr después de subir semejante puerto. En ocasiones Javi se queda algo rezagado, sobre todo en las bajadas, en las subidas me pilla de nuevo. Desde las mismas antenas se inicia un descenso donde al acabarlo hay un avituallamiento, termino el gel que me tomé al principio y bebo del liquido isotónico que dá la organización. Es gaseoso y está malísimo. Por los siguientes avituallamientos opto por el agüita de toda la vida. Aquí empieza una subida fuerte al Cerro de Valdemartín toda por un pequeño sendero muy visible pero pedregoso. No se puede correr, pero andamos cuesta arriba a todo trapo. Antes de coronar ya corremos y de nuevo una larga bajada. Al final de esta un nuevo avituallamiento y la subida por excelencia a Cabeza de Hierro Menor. Casi toda andando, a veces corriendo y la última parte trepando. Trepando por las rocas a la vez que buscando el camino de ascenso. No era para perderse ni mucho menos, pero había que fijarse un poquito. Por fin se corona, hay un miembro de la organización que hace fotos, te da una pulsera y te indica donde hacer el giro y el camino de descenso a seguir. Me dice si quiero otra foto, y le digo que por qué no. Pues allí, en lo alto, quedo bien plasmado, hasta hago una pose. Empieza el descenso complicado y técnico, en ocasiones buscando por donde bajar. Me encuentro bien y sólo queda la vuelta. Aquí se me ha ido algo Javi pero no me pico con él. La bajada se las trae pero voy bastante rápido. De nuevo la subida a Valdemartín y en el descenso me alcanza la primera clasificada que me dice al ver mi indumentaria que perteneció a mi club el año anterior. Nos juntamos un rato en la subida a Guarramillas ella, Javi y yo. Sé que voy a acabar el triatlón con el que tanto soñé.  La última parte hasta las antenas de La Bola del Mundo, y aunque siendo cuesta arriba, los tres corremos a buen ritmo y a partir de aquí unos 400 metros de bajada hasta la meta. En la bajada me relajo aunque irremediablemente me embalo. Abajo al fondo se ve la meta, hay mucho público, la mayoría nos anima, así como lo hacen los montañeros que en su día de excursión se han encontrado con este tinglado en la cima de esta mítica montaña madrileña. Se agradecen soberanamente esos ánimos y con un cansado pero heróico “gracias” se lo hago saber. Estoy muy feliz y es emocionante la llegada. Llego y aprieto los puños mientras sonrío. Y vuelvo a repetir, es emocionante. Nunca en una carrera me he emocionado tanto. Sin llegar a llorar, aunque el acongoje le tenía, y es que hace relativamente poco tiempo tuve que dejar el ciclismo por tener una hernia discal que me tenia destrozado física y moralmente. También hace relativamente poco empecé a nadar y sólo un poquito de tiempo antes, a correr.

       Llegar aquí, correr esta prueba, disfrutarla como la he disfrutado y finalizarla de esta forma, tan feliz, simplemente emociona. Será porque este deporte es eso, emocionante.
 
       Tiempo total: 3h:49':56"
       
       Natación: 25’:44”
       Ciclismo: 1h:55’:11”
       Carrera: 1h:21’:59”
       Posición General: 45º
       Posición Catg.: 15º





 





 









 
 

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