domingo, 24 de noviembre de 2013

Moral Trail 2013


Pues todo un acierto correr esta prueba. Me apunté sin mucho convencimiento por la distancia a cubrir, pero animado por volver a correr en la montaña. Ahora es difícil conjugar la carrera en montaña con la vida familiar y es más fácil correr cerca de casa, donde por desgracia los parajes no se asemejan para nada a los que pudimos disfrutar el día de la Moral Trail.

       José Luis, compañero del club de triatlón, y yo, fuimos hasta Moralzarzal para correr este trail de diecisiete kilómetros. El cerro de Cabeza Mediana, con una altura de unos 1.330 metros, guardaba las pistas y senderos que deberíamos recorrer. Esta montaña, llamémosla aislada, se encuentra entre los términos de Becerril, Collado Mediano y Moralzarzal, separada por una pequeña distancia llana de la verdadera sierra de Guadarrama. Montaña normalmente ignorada al paso por el lugar, si bien, forma parte de la bella orografía de este enclave. Las vistas, desde ella, por lo general, se suelen dirigir siempre a las altas cumbres o a la cercana Pedriza. Pero ahí está este bello cerro, y dentro de él, cientos de caminos, pistas y senderos que harían sin dudarlo, las delicias de los que nos atrevimos a participar.  

       A las diez y media se da la salida, salimos juntos unos 400 participantes, de los cuales 100 harían una prueba de 9 kilómetros, allá por el kilómetro ocho éstos tomarían un  directo hacía el pueblo para completar la prueba más corta.

       Los primeros 500 metros son por asfalto y cuesta arriba, a partir de aquí no tocaríamos más este duro terreno hasta llegar al final del trail y completar los mismos metros en sentido contrario y, esta vez, en dirección a meta.

       En cuanto dejamos atrás el asfalto una sucesión de caminos y senderos, y también campo a través, se suceden, haciendo un recorrido espectacular, lo disfruto muchísimo y me encuentro bien. El primer kilómetro lo hago en 4:33, muy rápido contando la primera subida, voy viendo la cabeza de carrera y sigo la estela de mi experto amigo en estos terrenos, José Luis. Hasta el kilómetro diez hay tres fuertes y largas subidas donde por narices hay que caminar apoyando en los muslos las manos, la pendiente es muy alta. Y como subidas que hay, también hay bajadas. Aquí José Luis se me va unos metros, y en las partes más técnicas, tengo que dejar que me pase algún corredor para no obstaculizarle. La experiencia en las bajadas en este terreno es primordial y yo no la tengo. Corro mucho bajando pero algunos no corren, vuelan. Allá por el kilómetro seis o siete José y yo hablamos unos momentos con el que ha sido ganador del Gran Trail de Peñalara en todas las distancias, 60, 80 y 110 kilómetros, Luis Alonso Marcos, aparte de otros grandes logros y gestas con los que cuenta en su carrera deportiva a lo largo de todo el mundo. El figura nos dice que esta carrera se la toma tranquilo porque no siempre hay que ir con el corazón en la boca, pues yo le llevo así, tal cual, y él va echando el ratito. Un honor compartir con este máquina unos kilómetros. En las subidas le acababa pasando y en las bajadas me pasaba increíblemente rápido, inhumano.

       En el kilómetro diez, en la zona con más altitud de la prueba, hay avituallamiento líquido y sólido. Cojo un plátano a la carrera y me dispongo a bajar una de las zonas más técnicas del trail. Mucha parte de la bajada es un circuito de descenso de MTB. Pienso en los ciclistas que bajan por ahí, ¡madre mía! Aunque tampoco es moco de pavo bajarlo corriendo. Como digo, algunos bajan que da verdadero miedo. Aquí José Luis se me escapa algo pero le veo entre los árboles, siempre por debajo de mí, hasta que de repente me tuerzo el tobillo, ¡mierda! No ha sido mucho, creo, y sigo. Al rato y allá por el kilómetro 12 me lo tuerzo otra vez, ¡joder! Ahora es evidente que me he hecho daño de verdad y salto sobre la pierna buena perdiendo velocidad, paro unos segundos y corro despacito cagándome en to´ lo que se menea. Sigo corriendo a ver si se pasa pero sigo con dolor, voy despacio. Me pasa gente que debe pensar en lo mal que bajo o el miedo que tengo. Puñetero tobillo. Estoy perdiendo posiciones y me da rabia. Unos kilómetros atrás nos cantaron a José Luis y a mí que ocupábamos más menos el puesto treinta. Sigo hasta que parece que el dolor remite algo, aunque se que algo no está en su sitio ya. Falta menos para meta pero es un buen trozo aún, del cual, la última parte, es bajada técnica, pero cabezón corro y corro. De nuevo en una zona de subida adelanto algún puesto. El tobillo por lo menos me deja correr. Llega la última bajada, el pueblo está cerca y se escucha la megafonía de meta. En la bajada el tobillo empieza a hablar. Intento ignorarle. Llegaré como sea, -me digo-. Toco asfalto y abajo al fondo se ve la meta y bastante público. Corro muy deprisa, el tobillo habla ya en voz baja, no le queda otra, sigo sin escucharle, qué mas da, se que no va a callar en cuanto pare y me enfríe...

       Contentísimo al cruzar la línea de meta. He salvado la distancia y el duro recorrido, salvando 1.700 metros de desnivel acumulado, y salvo el percance, me he encontrado muy, muy bien. Me encuentro con José Luis y chocamos las manos. Ambos estamos contentos y él ha hecho un carretón ocupando el puesto 32 sacándome al final cuatro minutos. Le comento lo del tobillo y nos vamos a un bar a por hielo ,ya que como se preveía, el mismo empezó a hincharse como por arte de magia.

      

       En meta ocupo la posición 48 con un tiempo de 1 hora 37 minutos.


       La montaña tira, tira mucho, es genuina, es singular, es grandiosa, y correr en ella es vida.