Pues todo un acierto correr esta prueba.
Me apunté sin mucho convencimiento por la distancia a cubrir, pero animado por
volver a correr en la montaña. Ahora es difícil conjugar la carrera en montaña con la vida familiar y es más fácil correr cerca de casa, donde por
desgracia los parajes no se asemejan para nada a los que pudimos disfrutar el
día de la Moral Trail.
José Luis, compañero del club de triatlón,
y yo, fuimos hasta Moralzarzal para correr este trail de diecisiete kilómetros. El
cerro de Cabeza Mediana, con una altura de unos 1.330 metros, guardaba las
pistas y senderos que deberíamos recorrer. Esta montaña, llamémosla aislada, se
encuentra entre los términos de Becerril, Collado Mediano y Moralzarzal,
separada por una pequeña distancia llana de la verdadera sierra de Guadarrama. Montaña
normalmente ignorada al paso por el lugar, si bien, forma parte de la bella orografía
de este enclave. Las vistas, desde ella, por lo general, se suelen dirigir siempre a las altas
cumbres o a la cercana Pedriza. Pero ahí está este bello cerro, y dentro de él,
cientos de caminos, pistas y senderos que harían sin dudarlo, las delicias de
los que nos atrevimos a participar.
A las diez y media se da la salida,
salimos juntos unos 400 participantes, de los cuales 100 harían una prueba de 9
kilómetros, allá por el kilómetro ocho éstos tomarían un directo hacía el pueblo para completar la
prueba más corta.
Los primeros 500 metros son por asfalto
y cuesta arriba, a partir de aquí no tocaríamos más este duro terreno hasta
llegar al final del trail y completar los mismos metros en
sentido contrario y, esta vez, en dirección a meta.
En cuanto dejamos atrás el asfalto una sucesión
de caminos y senderos, y también campo a través, se suceden, haciendo un
recorrido espectacular, lo disfruto muchísimo y me encuentro bien. El primer
kilómetro lo hago en 4:33, muy rápido contando la primera subida, voy viendo la
cabeza de carrera y sigo la estela de mi experto amigo en estos terrenos, José
Luis. Hasta el kilómetro diez hay tres fuertes y largas subidas donde por
narices hay que caminar apoyando en los muslos las manos, la pendiente es muy
alta. Y como subidas que hay, también hay bajadas. Aquí José Luis se me va unos
metros, y en las partes más técnicas, tengo que dejar que me pase algún
corredor para no obstaculizarle. La experiencia en las bajadas en este terreno
es primordial y yo no la tengo. Corro mucho bajando pero algunos no corren,
vuelan. Allá por el kilómetro seis o siete José y yo hablamos unos momentos con el que
ha sido ganador del Gran Trail de Peñalara en todas las distancias, 60, 80 y
110 kilómetros, Luis Alonso Marcos, aparte de otros grandes logros y gestas con los que cuenta en su carrera deportiva a lo largo de todo el mundo. El figura nos dice que esta carrera se la toma tranquilo porque
no siempre hay que ir con el corazón en la boca, pues yo le llevo así, tal cual, y él va echando el ratito. Un honor
compartir con este máquina unos kilómetros. En las subidas le acababa pasando y
en las bajadas me pasaba increíblemente rápido, inhumano.
En el kilómetro diez, en la zona con más altitud de
la prueba, hay avituallamiento líquido y sólido. Cojo un plátano a la carrera y
me dispongo a bajar una de las zonas más técnicas del trail. Mucha parte de la
bajada es un circuito de descenso de MTB. Pienso en los ciclistas que bajan por
ahí, ¡madre mía! Aunque tampoco es moco de pavo bajarlo corriendo. Como digo, algunos bajan que da verdadero miedo. Aquí José Luis se me escapa algo pero le veo entre los árboles, siempre por debajo de mí, hasta que de repente me tuerzo
el tobillo, ¡mierda! No ha sido mucho, creo, y sigo. Al rato y allá por el kilómetro 12 me lo
tuerzo otra vez, ¡joder! Ahora es evidente que me he hecho daño de verdad y salto sobre la
pierna buena perdiendo velocidad, paro unos segundos y corro despacito cagándome
en to´ lo que se menea. Sigo corriendo a ver si se pasa pero sigo con dolor, voy despacio. Me
pasa gente que debe pensar en lo mal que bajo o el miedo que tengo. Puñetero tobillo. Estoy
perdiendo posiciones y me da rabia. Unos kilómetros atrás nos cantaron a José
Luis y a mí que ocupábamos más menos el puesto treinta. Sigo hasta que parece que el
dolor remite algo, aunque se que algo no está en su sitio ya. Falta menos para
meta pero es un buen trozo aún, del cual, la última parte, es bajada técnica, pero
cabezón corro y corro. De nuevo en una zona de subida adelanto algún puesto. El
tobillo por lo menos me deja correr. Llega la última bajada, el pueblo está
cerca y se escucha la megafonía de meta. En la bajada el tobillo
empieza a hablar. Intento ignorarle. Llegaré como sea, -me digo-. Toco asfalto y abajo al fondo se
ve la meta y bastante público. Corro muy deprisa, el tobillo habla ya en voz
baja, no le queda otra, sigo sin escucharle, qué mas da, se que no va a callar
en cuanto pare y me enfríe...
Contentísimo al cruzar la línea de meta.
He salvado la distancia y el duro recorrido, salvando 1.700 metros de desnivel
acumulado, y salvo el percance, me he encontrado muy, muy bien. Me encuentro con
José Luis y chocamos las manos. Ambos estamos contentos y él ha hecho un carretón
ocupando el puesto 32 sacándome al final cuatro minutos. Le comento lo del
tobillo y nos vamos a un bar a por hielo ,ya que como se preveía, el mismo empezó
a hincharse como por arte de magia.
En meta ocupo la posición 48 con un
tiempo de 1 hora 37 minutos.
La montaña tira, tira mucho, es genuina,
es singular, es grandiosa, y correr en ella es vida.