lunes, 28 de julio de 2014

Triatlón de Elche 2014. Arenales 113.

Triatlón de Elche 2014. Arenales 113.



Pues después de mucho tiempo sin escribir por aquí, ahora, cuatro meses después del triatlón que disputé en Elche, me apetece contar que tal fue mi experiencia en ésta mi primera prueba de media distancia.

       Y vaya con la dichosa prueba, mejor dicho, con los entrenamientos para ella. Al ser una carrera tan temprana en el calendario, en el club realizábamos los mismos entrenamientos los de media distancia como los que también hacían los que se preparaban para un Ironman en el mes de julio. Después, ellos, a partir de Elche, más o menos, seguirían subiendo más aún los entrenos para disputar dicha prueba, mientras que yo, mucho antes de competir, ya sólo deseaba que llegará Elche para dejar semejante agobio de entrenamientos y vida personal  y empezar sólo con los entrenos para corta distancia, como mucho olímpica.

       El invierno fue climatológicamente muy duro, días cortos a los que no acompañaban nunca, ni las temperaturas ni el sol. Lluvia, más lluvia y aire, para dar y tomar. Todo esto, acompañado al estrés de la vida familiar y trabajo, se hizo realmente duro, duro de asimilar, de organizar y por supuesto, de ejecutar. Pero mal que bien lo iba haciendo. Los entrenos de Ruth llegaban puntuales cada domingo. Una semana más por delante llena de cosas que hacer. No encontraba los huecos para poder realizarlo todo, era imposible, así que seguía lo que podía, e incluso me ideaba un plan de entreno personal basándome siempre en el cuadrante de la entrenadora. Mi vida es un triatlón bien jodido, como la de tantos triatletas del montón como yo, éste sí es de los duros. Hago transiciones diarias a todo trapo. Por poner un solo ejemplo, voy a natación a las siete de la tarde para nadar unos metros, ducharme y sin cenar ir a currar toda la noche, y así tantas cábalas para sacar tiempo al tiempo y hacer lo que tanto me gusta. Es duro, sí, pero sin el deporte, sin el triatlón en concreto que es el deporte que realizo actualmente, con su motivación, sus entrenos, su gente, en especial la de mi club, el Tricam, nunca hubiera soportado lo que desde hace mucho tiempo llevo pasando. Tema aparte... Lo necesito de veras. Y así, día tras día, un entreno, otro, hoy me encuentro bien, al otro no puedo con mi culo, me ahogo en la piscina, no puedo subir a un ritmo normal ni Valdemorillo, al correr me cuesta respirar hasta a cinco minutos el kilómetro, pero al día siguiente vuelven las fuerzas y la moral sube como un globo a merced del aire. Cada entreno pienso en la prueba, y principalmente en lo larga que será. Me da miedo principalmente la carrera a pie. Sólo he corrido una media maratón en la vida y esta de Elche la haré tras 1.900 metros de natación y 90 kilómetros de bici sin drafting. ¡Qué agobio por Dios!
       La fecha se va acercando, voy cogiendo kilómetros de carrera a pie y en la bici, no todo lo que quisiera, pero creo que suficiente para acabar dignamente. En el agua noto muchísima mejoría. A falta de tres semanas, unas zapatillas nuevas, regalo de mi padre, y con las que pensaba correr el triatlón, me joden el pie a base de bien. Dejo de correr casi diez días. Lo que me faltaba, y sólo troto algo la última semana, o sea, tres semanas casi sin correr prácticamente. No son las típicas excusas que tanto gusta a los deportistas para que después de la prueba, sobre todo si no ha salido todo lo bien que se deseaba, les valga como argumento por la lesión sufrida y así utilizarla como atenuante a ese peor resultado. Me jodí el pie, y me jodió el ritmo que llevaba. No hay más. Y llega la prueba.

       Janet y las niñas me acompañan a Elche este fin de semana tan especial. Legamos el viernes y ya en el hotel el ambiente triatleta es grande. Cojo la bici y salgo a rodar media horita por parte del circuito del triatlón. Lo primero que veo no me gusta nada. Hace un aire huracanado que me acojona en exceso. No hay Dios que pedalee un mínimo a gusto. Para el día siguiente la previsión dice que disminuirá considerablemente. No me lo creo. A la mañana siguiente haría el mismo o más. Por la tarde vamos a recoger los dorsales a la zona de salida, boxes, etc. La que hay liada allí es chica entre los inmensos boxes, carpas con marcas publicitarias poniendo los dientes largos a los deportistas, y gente, gente por todos lados. Nos juntamos unos cuantos compañeros del Tricam y charlamos un poco. Vamos a disputar la prueba Esteban, el Presi, Candelas, Cesar, Rober, Alberto, Pedro, Sergio Flor, Vázquez y yo. Se hace tarde y nos vamos a descansar. Al día siguiente hay que darle duro.

       Suena pronto el despertador y con todo preparado la noche anterior me marcho para Arenales del Sol. La familia irá más tarde a ver al sufridor consentido. Allí me junto con los compañeros y nos preparamos para una larga jornada. Los nervios afloran y la incertidumbre ante una prueba que puede durar de cinco a seis horas se me sigue atragantando y el pensamiento en la carrera a pie es mi principal miedo. No llego con buenas sensaciones, ni mentales ni físicas, para correr los veintiún duros y famosos kilómetros del Triatlón de Elche. Y hay que destacar otra vez el airazo que hacía. Increíble. Era tierra adentro y soplaba con una mala leche que muchos de los triatletas que llegaban a la T1 tras la natación se encontraban las bicis tiradas en el suelo, o sus pertenencias como el casco o el porta dorsales unos metros más lejos de donde los habían dejado.

       Nos vamos para la arena de la playa y el mar se ve sereno. Y una vez más, como me pasó en Fuente Álamo, el mar se rebota y dice: «¿quiénes coño son estos peces de tierra que vienen a invadir mis tranquilas aguas?». ¡Pues a tomar por culo! Salen los élite y alguna categoría más. Ahora estamos preparados nosotros, los míos, y es cuando por megafonía dicen que el mar se está complicando mucho y que los élite están teniendo problemas en la última parte del segmento por la fuerte corriente que existe, culpa, parece ser, de un tal viento de poniente. El mar se sale con la suya, nos quiere joder soberanamente. Pues no queda otra, a sufrir. Si no querías sopa, toma dos platos.

       Bocinazo y a correr para el agua, salgo con Cesar y Rober con el que me he abrazado previamente deseándonos suerte. Para mí esta es la prueba estrella del año, para Rober, un entreno. Tres meses después hará un Ironman, nunca antes hizo triatlón, salvo algún sprint, menudos huevos tiene el «torete». Empezamos a nadar y tiramos mar adentro entre grandes olas, o eso me parece a mí mientras nado lo mejor que puedo en semejante turbulencias acuáticas. Busco la primera boya, está lejos que te cagas, pero no voy mal. Ya llega, la tengo a mi alcance, giro a la derecha y esta parte, la segunda recta, es la más rápida, la corriente ayuda, pero ¡joder! Cómo se van notando en el cuerpo tantos metros y por un mar tan cabreado. Llego a la segunda boya y toca lo más jodido, a lo que se referían por megafonía. Y qué lejos está la playa, ni la veo. Subo y bajo con el oleaje siguiendo a ciegas al resto de nadadores, rumbo, o eso espero yo, a la arena. Hay que hacer fuerza extra tirando de poca experiencia para salir airoso de esta batalla. Aún así no voy mal de sensaciones, no me lo creo. La playa se va acercando hasta que, por fin, toco el suelo con las manos y los pies, casi a la vez. Corro a saltitos hasta que dejo atrás ese mar que parecía querer tragarme. He tardado treinta y siete minutos en cubrir 1.9 metros con un oleaje jodidísimo. No está nada mal para un tipo como yo. Los entrenamiento de Ruth sirven, de verdad, y eso que los suelo hacer yo solo, ya que cuando entrenan en grupo los compañeros del club no suelo poder ir. Ahora toca una larguísima transición. Un kilómetro nada menos. Cuando me subo a la bici estoy harto de correr descalzo. Hay mucho público y, claro, eso anima siempre mucho. Me subo a la bici. Ahora tocan noventa kilómetros por delante.

       De comienzo, un cuestón. Casi me caigo por perder el equilibrio al meter el pie en la zapatilla y por poco tiro a otro triatleta. Me disculpo y salvamos la situación. Habrá pensado que llevo dos días montando en bici. Empieza el aire, ¡cómo pega el muy cabrón! Hay tanta gente que se hace difícil ir sólo, sin ponerte a rueda, aunque siempre intento dejar la distancia prudente para que el juez de la moto no me sancione. En la zona de penalización siempre había cola. Yo la libré y no era fácil hacerlo ni jugando limpio. El circuito no era para mí. No podía ser más feo. Autovía, dos vueltas, llano o con repechos, aire, a veces a favor, a veces súper en contra. Luego una subida, bueno, cuesta arriba sin gracia alguna, y el tramo de enlace de la playa al circuito por el que también volveríamos hacia la T2. Aún de esta forma no se me hacen largos los 90 kilómetros a recorrer y casi todos los paso acoplado al manillar de triatleta, incluso creo que estoy forzando bastante, pensando en lo que queda después, pero es que en la bici es donde mejor me encuentro. Cuando paso cerca del hotel donde me alojaba, veo a Janet y las niñas, como siempre gritan y me da muchos ánimos. La última parte pienso en bajar algo el ritmo ya con la mente puesta en la media maratón. En la bici me pasa Alberto como era de prever y yo paso a Esteban. A Pedro y a Sergio Vázquez los veo en los giros pero no soy capaz de echarles mano. Va acabando la bici y tras varios repechos, ya en Arenales, llegamos al paseo marítimo donde están los boxes. Allí están animando las familias y otros compañeros del Tricam, Judoboy, Alberto Pastor, Nati y su novio, etc... Recibo sus aplausos y ánimos y echo a correr.

       Primera zancada, esto no va bien. Sé de inmediato que sufriré, algo no funciona y lo que queda aun es mucho. La carrera a pie es lo más bonito de este triatlón. Tiene de todo: asfalto, tierra, escaleras, «muuuuy» largas seguidas de un repechón asfaltado, arena "muuuuy" fina de playa donde te hundes y no puedes casi correr, etcétera. Entretenido, vamos. Primero paso las dunas corriendo despacio, pero corriendo, al fin y al cabo. Hace mucho calor y voy sufriendo mucho. Sólo pienso en lo mucho que queda. La cabeza no me acompaña tampoco. Vine desmoralizado por esta parte y, aún corriendo, sigo igual, o peor. ¡Qué mal voy, joder! Todavía no he salido de las dunas y pienso en las escaleras y no como en un gran obstáculo, sino como en un merecido descanso donde echaré a andar. Será cuesta arriba sí, pero andaré en vez de correr y así recuperaré algo de fuerzas para seguir el calvario. Paso las escaleras y ahora pienso en el avituallamiento donde devorar liquido y geles, y como no, andar un poco más. Paso el avituallamiento y pienso donde poder seguir andando. Será en las dunas, pienso. Llego y vuelvo a dejar de correr. Y así las tres vueltas, bueno son dos y media. A Pedro no se cómo pero le adelanto a la altura de un avituallamiento mientras que en otras zonas me pasan Sergio Flor y Candelas que van muy fuerte. Siguen los ánimos en el paseo marítimo de los compañeros y la familia, se agradecen mucho y te ayudan a seguir un poco más. Los kilómetros van pasando y sé que voy a llegar, pero voy hecho mierda. Encaro el paseo marítimo, sólo queda una larga recta de público y palmeras y las piernas están abatidas. Los tirones me dicen que pare un poco, pero sigo hasta que me da uno que me deja seco. ¡Madre mía, qué leñazo! No queda otra que parar a estirar apoyado en una palmera. Si sigo cojo no podría ni coger en brazos a la pequeña para entrar en meta. Una vez estirada la zona muscular sigo despacio un poco más. Ya veo a mi pequeña. Cojo a África en brazos y a Valle de la mano y corro los últimos cincuenta metros. Los mejores. Hemos llegado, ¡qué ilusión! Estoy contento, cómo no después de conseguirlo, pero me ha faltado disfrutar más. No lo he pasado bien físicamente y he sufrido en exceso. En todas las carreras se sufre, pero en esta lo he pasado mal. No sé si me explico. Simplemente ha sido un sufrimiento diferente, agonizante, no estar bien nunca y tener un cansancio de caballo toda la carrera. Aun así acabé mi primer medio Ironman y me dije no hacer nunca más una prueba así. Ahora, cómo suele ocurrir siempre, creo que sí lo repetiré. Por lo menos para intentar disfrutarlo un poquito más.

        Al final la media maratón se me fue a 2 horas 4 minutos y el tiempo total en la prueba de 5 horas y media. Pensé en hacer alrededor de 5 horas y se me fue 30 minutos más. En estas pruebas largas no puedes hacer muchas estimaciones y esto es lo que salió. La verdad me importa poco el tiempo empleado. Aún con estos tiempos, decir que casi nadie hizo el tiempo estimado, siempre un poco más. Entre el mar y el aire huracanado la cosa fue muy difícil para todos.

       Quizás vuelva a Elche, de hecho, lo haré. Un 10 para la carrera. Toda una experiencia.